Una historia real, escrita a mi manera.




Yendo en uno de los vagones del Metro de Santo Domingo; presencié una escena que habla mucho de la educación del hogar que tanto se menciona en estos días.

Iba una señora, de algunos 30-40 años, quizás más cerca de los 30 que de los 40 si juzgamos por varios aspectos que portaba, pero el caso es; transitaba acompañada de sus dos vástagos, de unos 8 y 2 años; la mayor discutía con ella sobre algo que no pude percibir, esta, la madre, le reclamaba tambaleándola y vociferándole: “usted y yo no somos iguales, quédese ahí”, con tal expresión y actitud, como si aquella niña de tez clara y pelo cobrizo, fuera su par en cuanto a tamaño, edad, experiencias y demás.

Al berrinche de la niña, se sumó el llamado de atención del más pequeño, quién sin saber discernir, también gritó reclamando atención; lo cual, al parecer, detonó la ira del señor que viajaba sentado a su lado, este “caballero”, con aspecto de unos 70 y algo de años, con ambas manos amputadas, espetó sin reparo: “déjalo, que esos son delincuentes, desde los 5 años son delincuentes”, y prosiguió con improperios y maldiciones sobre aquellas vidas inocentes, porque sí, son inocentes e indefensos; como era de esperarse la madre atormentada, respondió a dicho señor: “por eso te paso lo que te paso, por querer robar desde los 5 años”.  Suponemos entonces, que el suceso de referencia, fue la amputación de sus manos, pero es solo suposición nuestra, de acuerdo a las expresiones mostradas, otra suposición, es que si comparamos los rasgos físicos de ambos adultos, es muy probable, que el señor en cuestión pudiera ser el progenitor de la madre atormentada; pero eso es solo suposición nuestra.

A todo esto, los acompañantes del vagón, nos quedamos estupefactos, perplejos, y buscando con asombro el seguridad de turno, a fin de que estuviera presente en caso que la situación pasara a mayores; gracias a Dios, a solicitud de una señora que quedaba de espalda a la madre que nos ocupa; está se cayó y dejó de contestarle al “caballero” amputado, cosa que al parecer, calmó su derroche de maledicencias. 

Haciendo referencia al titulo, dónde se ha ido la educación del hogar, aquella que nos cohibía como niños de comportamientos inapropiados frente a terceros, de faltas de respeto a nuestros progenitores, que nos dotaba de herramientas de respeto a los demás, que nos hacía mirar por debajo del hombro a cualquier persona, con tal de no invadir su espacio, su privacidad o su derecho de ocupar un lugar cerca nuestro.  No, no se dónde se fue.

Sí, nuestra sociedad está muy lacerada, y no todo es culpa de las familias disfuncionales que sufren a causa de los factores externos que la abaten; pero tampoco es culpa de dichos factores, más bien, es responsabilidad individual o colectiva, por estar afanados en sobrevivir a las condiciones que como sociedad hemos creado, por superar los retos que nos imponen los eventos colectivos, las normativas gubernamentales, los impactos de la economía local y mundial, y aún peor, provocarnos ansiedad e inconformidad por querer vivir vidas que no nos corresponden, o complacer círculos que nos exigen sin piedad, y a todo esto, no hace falta sumarle las luchas internas que como seres humanos cada uno combate dentro de sí, porque sí, cada quien batalla una ardua guerra de sentimientos, deseos, confusiones, frustraciones, añoranzas, ambiciones; que nos derrotan y desarman ante los eventos externos que debemos enfrentar.

Analice usted que me lee, qué podemos hacer? Cómo vamos a reestructurar nuestra sociedad, y permitirle una vida más digna a esas generaciones que vienen tras nuestro?


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