Dominicanas en la diáspora
Dominicanas en la diáspora
Parte
I
Escrito de: Yamilka Rodríguez
Julio,
2021
Por mucho tiempo hemos escuchado que fulanita se fue para Nueva York, que perenceja se fue en yola para Puerto Rico, que sutaneja se fue a cualquier ciudad de Europa, que los hijos de fulana están viviendo en la casa del vecino hasta que les lleguen los papeles, etcétera.
Así comienza la
historia de muchas mujeres dominicanas que han abandonado su zona de confort,
sus seres queridos, su pedacito de isla, su Quisqueya adorada, para buscar el
sustento de sus vástagos, alcanzar la meta de tener una vivienda digna, aportar
para los sueños comunes con su pareja, ayudar con la manutención de sus
progenitores, en fin, ser proveedoras de ingresos estables y eficaces. Todo
esto acompañado del mayor de los sueños: trabajar en la superación personal que
permita el logro de todo lo demás.
Saloneras,
cocineras, domésticas, obreras de zonas francas, camareras, empleadas de
limpieza, dependientes de tiendas o supermercados, enfermeras, asistentes de
adultos mayores o personas especiales, vendedoras de artesanías culinarias
dominicanas, vendedoras de flores, costureras, artesanas, profesionales,
técnicas, todas tienen un mismo objetivo: echar
pa´lante, ellas y los suyos.
Los cambios de
estación jamás han sido obstáculo para que estas mujeres se levanten cada
mañana con el claro objetivo de ir a ofrecer sus servicios, productos y
esfuerzos, en pos de tener al final de la semana el pago correspondiente y
dirigirse feliz a la agencia de envío donde, más que dinero, transfieren a sus
familiares la posibilidad de tener las necesidades y servicios básicos
cubiertos. No es un secreto para nadie que el dinero recibido en Quisqueya
servirá para un sin número de utilidades. Es ahí, a esa media isla, donde todas
esas coterráneas de Mamá
Tingó, anhelan volver y abrazar a los suyos.
¿Por qué hacer
referencia a esta luchadora campesina, asesinada durante uno de los gobiernos
de Joaquín Balaguer? Porque, al igual
que Mamá Tingó, las dominicanas que emigran a otras tierras nunca olvidan el
lugar de donde vienen, su gente, sus luchas, y afanes. De igual modo, se
asemejan por su vehemencia, gallardía, integridad, sororidad y claridad de
objetivos, los cuales les permiten cumplir las metas que las llevaron a
lanzarse a lo desconocido.
Sin embargo,
muchas veces no son metas claras, pues en lugar de maletas en la parte baja del
avión, llevan una carga enorme de angustias, preocupaciones, temores e
inseguridades. No obstante, todo esto se convierte en reto para avanzar, para
decirse a sí mismas: sí, puedo y voy a
lograrlo, sirviendo como mantra para transformar su interior, de modo que
su exterior no amaine el esfuerzo que deben hacer para concretar los resultados
que se trazó.
Las anécdotas de
esta comunidad de féminas dominicanas son innumerables. Con altas y bajas, con
tropiezos, con desmayos y vueltas; sin que nada de esto impida a estas
guerreras ponerse de pie para seguir su camino. En su defecto, cambiarlo porque
no es el que les conviene. Sus relatos hacen que escucharlas sea como ir a su
lado en cada paso. Llorar y reír con ellas, orar con la fe de que Dios está en
control y pronto verán cumplirse sus metas.
No resto
importancia, y valoro el rol de los compañeros de vida de estas mujeres. Muchos
de ellos también emigran para luchar hombro con hombro por los objetivos
comunes. En ocasiones por sueños particulares pero que luego se conjugan con
los de la pareja al unirse.
Son parte
esencial -en algunos de los casos- del éxito de estas mujeres. Se convierten en
pie de amigo para mantener firme la moral y fortaleza de su compañera. En ese
avión que transporta sus sueños, los que no viajan en el asiento de al lado,
las acompañan desde su lugar de origen, asumiendo la difícil tarea de apoyar,
animar y fortalecer desde lejos; orando para que la mujer que Dios le concedió,
nunca desmaye.
Estas historias
las escucho con particular atención para en su momento compartirlas. En ellas
se describen la vida de mujeres que conocemos y otras que no, unas son de
conocimiento común, otras jamás serán descubiertas… puede que, entre esas
historias, también esté la mía.
Valoremos y
apoyemos el emprendedurismo y don de la mujer descrita en Proverbios
31, 10-31, que cada una de estas dominicanas posee.
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